Lectura Placentera

Artículo de Opinión


Una de las grandes metas para nosotros como profesores de Lenguaje y Comunicación es desarrollar una lectura placentera, sobretodo en niños que se encuentran dentro de los primeros años de aprendizaje y colegiatura.

La falta de lectura es una de las causas más sobresalientes del fracaso escolar y de tropiezos en la universidad y no tiene que ver sólo con el nivel socioeconómico de la familia en particular, sino con la forma en que se ha criado al niño desde antes de que tenga las capacidades para aprender a leer, desde las propias carencias con el lenguaje, puesto que la motivación debe ser incentivada desde los primeros pasos del niño.

El primer error que cometen los padres, es dejar la tarea de la lectura al colegio y a los profesores, provocando que esta actividad se produzca tardíamente.

Por ejemplo, en los primeros años, las frases que aprenden los niños son sumamente básicas, ya que los padres se limitan a dar órdenes, prohibir y retar, utilizando solamente el lenguaje fáctico, el que se denomina para las expresiones en presente y con pocas construcciones sintácticas.

Es por ello que respondiendo a la interrogante ¿Cómo desarrollar una lectura placentera? sobre todo en los más pequeños, se dan a conocer los siguientes tips:

1)    No se debe dejar el proceso de la lectura sólo a los profesores, los padres deben motivar la curiosidad del niño por ella en los primeros de vida, por ejemplo contándoles cuentos y narraciones que les sean atractivas. No se trata de que el padre o la madre vayan a enseñar a leer al niño, sino de incentivarlo para que tenga la intención posterior de indagar por sí mismo.
Los relatos para niños favorecen la imaginación y la fantasía, cosa que disfrutan muchísimo. Estos relatos tienen las características del lenguaje escrito, lo que los convierte en la antesala de la lectura.

Se debe permitir que el niño sea el verdadero protagonista, el dueño de la situación, tanto en el proceso de pre-lectura como en la lectura misma. Se le debe dar toda la libertad para oír o no un cuento; escoger el libro; repetir las veces que pida; hablar mientras se lee y suspender cuando él quiera.


2)    Una vez que el niño ha comenzado el aprendizaje de la lectura, no se le debe abrumar con grandes textos y gruesos libros, puesto que es algo que los hace rechazar de inmediato la lectura. Es necesario adaptarse a la edad del niño y a su imaginación, es por ello que lo más factible en el comienzo son por ejemplo las fabulas y los cómic, ya que los dibujos les atraen y las moralejas los hará establecer un pensamiento que fomentará la formación del pensamiento crítico cuando sean adultos.

3)    Ya cuando el niño ha aprendido de manera correcta a leer, se puede seguir motivando con libros que sean acordes a su edad, como historias de aventuras con actuar concreto y cotidiano, para que se les facilite y no se sientan ajenos a las historias. Es así como la lectura se hará un hábito así como comer, ir al baño, entre otras cosas. De esta manera, cuando lleguen a una edad escolar un poco más compleja, ya tendrán un camino muy adelantado, pues su encuentro con los libros habrá empezado desde varios años atrás, pero sin traumas, frustraciones ni tareas aburridoras.

4)    En la etapa de la adolescencia, lo mejor es que la lectura trate acerca de temas juveniles, de amor, de odio, y de sentimientos que son parte de la vida, aun cuando ese tipo de lectura no sea del gusto de quien está enseñando, puesto que lo que prima es el estudiante y no el profesor.



Siguiendo estas etapas, se puede concluir con toda seguridad que la función del adulto/profesor es entonces la de facilitador y acompañante respetuoso en ese maravilloso camino a los libros y la lectura, permitiéndole al niño/alumno formar su propia fascinación por la lectura sin imponerla. De esta manera él descubrirá y discriminará por sí solo la buena de la mala literatura.


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